lunes, 29 de noviembre de 2010

martes, 17 de agosto de 2010

No. Del 4 de agosto al 3 de Septiembre. Galería Vasari.


miércoles, 11 de agosto de 2010

Y algo de todo eso que no sabemos que sabemos.


PAISAJISMO
En los paisajes de plastilina que Mauro Koliva hace desde hace algunos años, aparecen cosas que nos recuerdan a órganos, estructuras que hemos visto en las ilustraciones del cuerpo humano o en libros de biología, en las figuras didácticas que ya son un género en sí mismas y nos explican cómo se verían esas cosas que el ojo no debe percibir nunca en forma directa. Cosas infinitamente pequeñas, como una célula, o cosas que se encuentran detrás de la piel, en lugares que sólo se revelan si estamos frente a un accidente. Objetos cuyo aspecto “conocemos” sólo por una cuestión de fe, podría decirse –ahí donde la palabra fe se acerca a imaginación.

ARREGLOS DE MESA
Vemos un mundo de objetos desparramados pero conservados, intactos, brillantes, cada vez más brillantes e impermeables, siempre vivos y por eso siempre lejos de la temporalidad de la vida. Hay un humor feroz en este conjunto, un humor que por momentos se vuelve gore, tiene la risa, la mueca del muerto sangrante de las películas de terror que consumimos todo a lo largo de dos décadas plenas de contraste: los 80 y los 90. El Accidente había ocurrido, por cierto, en la década anterior y las superficies y las cosas que en ellas se apoyaban ya se habían quebrado entonces. Nosotros, cuando niños, deambulamos entre esas cosas –sin saberlo muy conscientemente, aunque tendríamos que ponernos a definir qué significa saber…

CIRUGIA
Se podría decir que Mauro es uno de esos ateos indómitos, insobornables. Pero curiosamente en toda su obra hay la paciencia y la humildad de un monje y esa actitud, esa postura frente al trabajo, que sólo es posible cuando hay amor en un sentido muy generoso, amplificado; un amor por lo que se ve y por lo que se hace. Una obra tal está hecha de una sumatoria de tiempo amoroso
acumulado y sin comprimir, desplegado en el espacio, en las superficie de papel y plastilina. Birome o bisturí, tatuando pacientemente la piel de sus extrañas criaturas, para que deambulen coquetas por el mundo.

EQUILIBRISMO
Todos los martes por la noche bajo en la estación Chacarita y veo a las 10 de la noche los aprontes para subir el cartón en la línea San Martín. Al mirar algunas series de los dibujos de Mauro, donde vemos unos bultos enigmáticos que no se sabe bien dónde tienen su punto de apoyo, muchas veces he pensado en esas montañas móviles que son trasladadas con velocidad y pericia, esos enormes sacos que los cartoneros hacen rodar, en un equilibrio apabullante, hasta los trenes, cada noche. ¿Cuánto de viaje, movimiento, materia e información se acumula en esos paquetes? Tengo la sensación de que en las imágenes que dibuja Mauro, reverberan los ecos de algunas visiones urbanas recolectadas en caminatas por Buenos Aires, y luego traducidas en un trazo lúcido e ilusionista a la vez.

TEATRO
Un poco más acá en el tiempo, han empezado a entrar otros personajes en la escena, prestemos atención porque no son secundarios: la garrafa de gas; la mesa en miniatura con un perro disecado; el bloque de ladrillos fabricados uno a uno, y amurados con revoque como un muro real; la soga de colgar trapos y ristras de vísceras ordenadas; las pudorosas bolsas de consorcio negro; caños cortados quirúrgicamente porque podrían ser venas o huesos; paredes revestidas de acolchados y botones forrados de cuero; pala; micrófono; amplificador –el día que lo terminó, Mauro estuvo a punto de levantarlo por la manija, tan compenetrado había estado en la ficción-; baldes con fluidos aceitosos; hachas; martillos; sogas; césped; todo va conformando una especie de Easy delirante, donde las cosas están para mostrar su función alucinada, un espacio donde el usuario podría iniciar procesos de conocimiento que están explicitados en el objeto mismo, como las piezas de ajedrez de la Bauhaus, que tenían el dibujo de su movimiento tallado en la cabeza. Solo que… oh, no entramos en este lugar mágico, porque, porque, porque simplemente no cabemos. En un libro que me regaló Mauro, encontré un pasaje que describe a la perfección el encuentro entre lo Grande y lo Chico: “Miniaturizar significa hacer inútil. Pues lo que queda grotescamente reducido es, en cierto sentido, liberado de su significado: su parvedad es lo notable en él. Es al mismo tiempo un todo (es decir, completo) y un fragmento (tan diminuto, la escala errada). Se vuelve objeto de contemplación desinteresada o de ensueño. El amor a lo pequeño es una emoción de niño, colonizada por el surrealismo.” [1]

MAGIA
Sabiéndolo y no, Mauro Koliva ha ido atravesando en su obra una serie de preguntas sobre la utilidad de algunas cosas como, por ejemplo, la belleza. Y algo que me intriga es ¿sabe él acaso que ese universo que ha ido fabricando poquito a poco tiene un efecto tan profundo en nosotros? ¿Sabe medir la intensidad de las imágenes que nos regala, el alcance de esa alegría del hacer, la potencia de ese conjuro?


[1] Susan Sontag, Bajo el signo de Saturno, 2007, Ed. Sudamericana, Bs.As.
Leticia El Halli Obeid
Buenos Aires, Julio 2010
Otro bloque blando. Birome sobre papel. 146 x 95 cm. 2010



sábado, 10 de julio de 2010

bloque blando

viernes, 2 de julio de 2010

Mundo grande, mundo pequeño.



viernes, 9 de abril de 2010

martes, 6 de abril de 2010


La belleza es una cosa rara


No hay alegoría,no hay mensaje,no hay metáfora.Solo el macizo y concreto silencio de una experiencia mas física que visual.
Los dibujos de Mauro Koliva literalizan el paso del cuerpo a la obra,y nos interpela desde la indiferencia de un mundo sin adjetivos.O quizás los tenga y sea la insistencia de ese muro (como horizonte) detrás de cada figura.
Hay algo que nos recuerda a una puesta en escena,quizás por ese aire de fingida urgencia con que los objetos son presentados tan cuidadosamente;haciendo del espacio plano de la hoja en blanco un lugar privilegiado.
La cuestión es que todas respiran esa sensación de inminencia,algo va a suceder en esa falsa quietud (o la idea mas inquietante y juguetona) ya está sucediendo y somos nosotros los personajes.Pero hemos perdido contacto,no sabemos como comunicarnos a traves de estos objetos en este mundo.
Tal es el riesgo que plantea la obra,que la principal tentación es la de interpretar.
Sobre todo porque Mauro Koliva juega en un mundo cerrado sobre si mismo,con una serie de elementos que nos recuerda al universo fabril de una construcción.
Ladrillos,baldes,tirantes,madera,tachos,alambres,cables,fardos.Junto a colchones,troncos,árboles y formas desconocidas en curiosa relación.Conformando conjuntos que parecen describir:altares o túmulos,piezas de precaria ingenieria e incluso hay cierto primitivismo en su concepción.Casi como si fueran los primeros signos de un mundo nuevo.
Uno no puede evitar la necesidad de palabras frente a un hecho desconocido,pero frente al hecho estético en sí inevitablemente,toda palabra es una palabra de mas.Por eso el cuerpo es el lugar donde tiene que hacer eco estos dibujos,que (dentro de sus marcos) nos indican constantemente ese fuera de campo.Ese espacio físico,eso que excede y es casi palpable.
Como esas presencias al que el artista accedio en retratar y nos contemplan desde una inquietante neutralidad e ironía.
Mauro koliva dibuja con todo el cuerpo y hace posible este mundo,esta descabellada fantasía que parece prescindir de nosotros.


Luis Ortellado
Bs As, Abril de 2010

lunes, 5 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

viernes, 19 de marzo de 2010

terminemos con dios

martes, 16 de marzo de 2010

sábado, 13 de marzo de 2010

De la serie "Otro bloque blando". Birome sobre papel. 60 x 40 cm. 2010