martes, 19 de mayo de 2009

(texto escrito por Eduardo Stupía para el catálogo de la muestra "Mudo")
Cuando entendemos un objeto, y sabemos qué es y para qué sirve, algo en ese entendimiento parece prepararnos para entender el mundo. En cuanto a los objetos que dibuja y proyecta Mauro Koliva, quizás no los entendemos como tales, pero sí como dibujos. Y el mundo al que pertenecen nos resulta un mundo inconcebible, salvo según las reglas del dibujo mismo como objeto, del objeto-dibujo.Koliva logra enrarecer la posible dosis de ubicuidad racional que ellos quisieran necesariamente arrimarle a sus invenciones, pero lo hace sin proponer nada excesivamente estrambótico, “fantasioso”, de acuerdo a lo que se espera de una imaginación tan audaz como la suya. Lo decididamente perturbador es que ellas nos resultan familiares, parecidas a algo, perversamente lógicas. Hasta el punto en que debemos aceptar que ese imposible de donde provienen, definitivamente ininteligible, deforme, mudo ante toda pretensión de que nos revele elocuentemente su clave, es el rostro oculto, el verdadero, de nuestro propio mundo, que él hace visible.Mediante una trabajosa génesis de capas y capas de cruces, texturas, madejas y rizomas lineales, Koliva elabora sus aparatos visuales esbozando una suerte de taxidermia; en una operación de riguroso vaciamiento semántico, les extirpa los órganos y las vísceras del sentido, para dejar una pura cáscara de materia formateada que parece viva sólo científicamente, o bien afín a la estructurada previsibilidad de un catálogo técnico, que aquí es poco más que un espejismo icónico. El objeto-dibujo es la matriz del ectoplasma gráfico que expele el Koliva médium para hacer aparecer sus fantasmales simulacros de dudosas ingenierías domésticas, de pilosas superficies y provisorias carpinterías, tramadas con los hilos de baba cáustica, mercurial, tan propia de la densidad del bolígrafo; una sustancia que intensifica la pastosa corporeidad de sus volúmenes, la incierta consistencia de sus paradojales construcciones, manifestaciones indescriptibles de una muy lubricada maquinaria de líneas.
Eduardo Stupía.

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